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Democracia imposible en la



Europa de las privatizaciones

La lucha por la democracia como forma de organización social es un asunto humano de poco más de dos siglos de antigüedad, es decir una fracción muy exigua de la historia y de la trayectoria humana sobre la tierra. Aunque el término «democracia» fue acuñado en la Grecia clásica, hace más de dos mil años, esta claro que a la realidad social a la que definía (con esclavitud y amplios sectores de poblacion marginada) no le cuadraba esa denominación a la luz de los contenidos que actualmente le asignamos al concepto de «democracia».

Podríamos precisar la aparición de la lucha por la democracia en los movimientos filosóficos como la Ilustración y los enciclopedistas que precedieron a la Gran RevoluciOn Francesa (1789-1993). Esa revolución se inspiraba en unos principios, expresados por la divisa Libertad, Igualdad, Fraternidad, que simbolizan el contenido que solemos asociar a la democracia. Las revoluciones siguientes pretendían extender a otras zonas geográficas ese avance político (caso de todas la revoluciones liberales), o profundizar en el avance de esas conquistas (caso de las revoluciones socialistas). Todas ellas forman parte de un proceso continuado de perfeccionamiento social, en el que también pueden darse involuciones o retrocesos.

Dado que en el comienzo de ese proceso, las fuerzas sociales transformadoras habían de enfrentarse con el sistema feudal establecido que se amparaba en el aparato represivo de regímenes absolutistas, la lucha por la democracia asumía un carácter liberal, es decir que se ponía mas énfasis en la consecución de la libertad, en detrimento o con descuido de otros aspectos del ideal democrático como la igualdad y la fraternidad. La consecución de un Estado de Derecho en el que todos los ciudadanos por igual estén sometidos a la ley es un primer paso, imprescindible pero no suficiente, para la consolidación de las conquistas democraticas. Tales conquistas sólo lo son en realidad si terminan materializándose en un ejercicio, por parte de los ciudadanos, del poder político y del control de la propiedad. Con frecuencia los resultados obtenidos en la lucha por la democracia se limitan al ámbito del liberalismo, sin concreciones de propiedad social y sin poder politico de soberanía popular. Una nueva clase social, la burguesía, se hace con el control y propiedad de los medios de producción, y en función de su preeminencia económica está también en condiciones de monopolizar el poder político.

La asunción del sufragio universal (elecciones) como método de ejercicio de soberanía política por parte de Los ciudadanos en el seno de las sociedades del sistema liberal no fue ni rápida ni total. El voto femenino tardó en conseguirse en todos los sistemas parlamentarios, y aún hoy en bastantes sitios se les niega el derecho al voto a amplios sectores sociales: desposeídos, inmigrantes... El desarrollo democrático es lento, con altibajos, irregular y desigual según las zonas del planeta y la naturaleza de los derechos que se van conquistando.

Pero sobre todo con un factor que imposibilita irremediablemente el acceso de toda la población al uso y disfrute pleno de todos los derechos democráticos. Nos referimos a la propiedad. En su forma privada, la propiedad es un obstáculo insalvable para el ejercicio de las libertades democráticas y de la soberania política popular. En su formulaciOn ideal, la concepción democrática del ejercicio del poder postula la existencia del autogobiemo por parte del conjunto de la sociedad, es decir, que los ciudadanos se den sus propias leyes y que todos sean co-ejercentes del poder compartido, o sea una igualdad en el ejercicio del poder, una socialización del poder. Pero esta claro que en la práctica las minorías con dominio absoluto sobre el poder económico acaban controlando la cultura, los medios informativos y los instrumentos ideológicos capaces de condicionar la opinión pública y el resultado de las consultas electorales. Ya Marx sefialaba que Las desigualdades económicas comportan una distribución desigual del poder político. En el sistema capitalista acaba mandando el duefío del capital, el que posee los medios de producción. El trabajador, privado de riqueza, sólo puede vender su fuerza de trabajo. Así, la libertad propugnada por el liberalismo solo se realiza para un grupo privilegiado económicamente. Por eso, para Marx, el Estado liberal burgués es una simple prolongación del poder de la clase dominante.

Es decir, que la existencia de la propiedad privada y su resultante de la acumulación de la propiedad en manos de los mas habiles o más afortunados en la pugna económica acaba siendo como un cancer o una carcoma para el carácter democrático, igualitario, compartido, del ejercicio del poder por el conjunto de la sociedad. Democracia y propiedad acaban siendo elementos incompatibles, destinados a combatirse y a destruirse el uno al otro.

El poder político puede llegar a ser democrático, el poder económico jamás lo será. El marco en el que puede persistir una soberanía política compartida por el conjunto de la ciudadanía postula a su vez una economia social, es decir, no privada. Los medios de producción solo serán sociales, es decir, pertenecientes al conjunto de la sociedad, cuando sean públicos, controlados desde la esfera estatal o de otros entes de poder político publico, a su vez elegidos y controlados por el conjunto de la ciudadanía por métodos democráticos.

A la luz de este esquema podemos imaginarnos lo que significa el proceso de privatización de empresas públicas que esta teniendo lugar a gran escala actualmente en nuestro continente. Las privatizaciones, además de estar siendo un negocio interesante para el capital y un expolio para todos los ciudadanos, constituyen un desplazamiento del poder en un sentido antidemocrático. El conjunto de la sociedad pierde poder político para transferírselo a un círculo muy reducido de sujetos privados. Lo que era común, de todos, pasa a ser privado, de unos pocos. La sustitución de la gestión publica de sectores de producción claves (energía, comunicaciones, banca, carburantes, siderúrgia...) por su control por parte de sectores del capital privado sólo puede traducirse en una mayor indefensión de los consumidores y la acumulación de poder por los detentadores del capital.

Este proceso crea una situacion asfisiante para la democracia. Cuando una oligarquía puede a través del dinero controlar a los medios de información y comunicación y por medio de ellos influir ideológicamente sobre la sociedad no es posible seguir hablando de democracia y soberanía popular. Cuando el poder político renuncia a controlar el poder económico (situación que se está dando actualmente en Europa), es el poder económico el que termina controlando al poder político.

Las oligarquías financieras controlan hoy palancas y recursos que les perrniten manipular e intervenir en provecho propio en los cauces e instituciones políticas. La libertad de asociación y de crear partidos políticos, consagrada por las constituciones democráticas, queda convertida en papel mojado cuando las leyes electorales, los sistemes de financiación de los partidos y el control de los medios de comunicación permiten a los poderes económicos primar a su conveniencia a las fuerzas politicas en liza. En sistemas políticos diseñados según los intereses de los controladores del capital, los ciudadanos se acaban viendo limitados a elegir entre opciones políticas prácticamente equivalentes. Así mismo, la libertad de prensa, otro símbolo de la democracia, resulta ser una quimera cuando los medios de información acaban transformándose en patrimonio de los conglomerados empresariales en manos del poder económico.

Quienes queremos seguir impulsando ese proceso de conquista gradual de espacios de libertad, bienestar social y progreso democrático debemos fijamos como un objetivo prioritario el desarrollo de una estrategia que invierta la orientación actual y asegure que la soberanía popular vaya desplazando a la soberanía del dinero.

Enero de 1998